En 1938 volví a España y decidí instalarme en zona nacional, en la ciudad de Burgos, donde me acogió Dionisio Ridruejo, falangista, poeta e íntimo amigo de Alfonso y durante un tiempo mi jefe. Me encargué de diseñas e ilustrar los carteles y decorados de sus obras, y aunque conseguí un trabajo que me gustaba, me encontraba en una horrible depresión constante por todo lo perdido en la guerra, tanto mis seres queridos como mi libertad de expresión.
En 1940, muy animada por mi madre, me casé con el doctor Enrique Conde Gargollo, un médico de fuertes convicciones franquistas y responsable de la publicación de a obras completas de Jose Antonio Primo de Rivera.
Con Enrique nunca mantuve una relación cien por cien real puesto que le escondí mi personalidad, mis ideologías, mis vivencias, mi pasado.
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